Por Ricardo Martínez en Todoliteratur
El poemario y el universo de María Villaroya llevado al escenario
“En el silencio está el lugar del otro” parece querer decir –y cantar a todos los vientos- María en su profundo y sentido canto: ahí se inicia el lugar del verdadero amor.
Y el canto se convierte, así, en una invocación, en una solicitud, en deseado futuro. Con ello nuestra poeta-actriz se humaniza de una manera entrañable, algo que sabe transmitir con pasión y una gran profesionalidad en su espectáculo de teatro y canción (Réplika teatro, Madrid) Un espectáculo que ha de entenderse como la extensión expresiva, la puesta en escena de este libro de sentimientos donde el texto sería el guión que le sirve de referencia.
Tal es el tema que lo sustenta: una crónica del desamor como escenario virtual o trasfondo para elaborar un verdadero canto al amor como una forma de vida. De ahí que ella, partiendo de sí misma y de la significación de esta obra poética, lo sepa representar como nadie; solo ella sabría darle forma y sustancia vital al espectáculo.
(Ese sincero sentimiento de amor, creo, es el que ocupa el lugar central de su espectáculo musical-poético-teatral donde la alusión a la ‘oficina de los objetos perdidos’ quiere ser el lugar donde hayan de ser recuperados esos objetos perdidos: la ilusión, la esperanza, el propio amor y, sobre todo, la libertad propia para saber sustanciarlos, para saber alcanzarlos. Por eso su representación, a mi entender, forma parte intrínseca, como complemento, de este libro hondo y apasionado, libre, sincero, que tiene como origen el lugar, el hogar desde donde ‘manan los ríos’ de su sentimiento: su propio corazón).
A la vez, en este libro, SILENCIOS CANTADOS, creo que ella misma, que ha demostrado bien a las claras su inteligencia emocional y ‘sintiente’, siendo consciente del equívoco en que podría caer su canto –una reivindicación feminista diluida en el grupo, en la colectivo tantas veces deforme- opta, con apreciable criterio, por el amor desde la soledad, desde la propia identidad, desde una ternura femenina muy expresiva. Pero, sobre todo, desde la libertad.Es inexcusable, pues el considerar uncidos por una misma voluntad e intención sus escenarios/silencios-cantados.-el-musical-de-Maria-Villarroya-que-expande-el-corazon.SILENCIOS CANTADOS como espectáculo y como libro. Allí, luego de hacer una declamación del desamor a través de sus textos-canciones –fragmentado en un momento dado por un hermoso ‘relato a solas’ de su adolescencia- desarrolla un canto al amor como ética, como complementario, como valor emocional que consigue elevar el tono de su espectáculo y lo dignifica. Y es que, al fin, es una llamada a él, al destinatario de sus sentimientos, de ahí que, al final, lo resaltado sea el valor humano del amor mismo, que, en este caso, habría de leerse con mayúscua: “lloro, pero quiero llorar contigo; sueño, pero quiero soñar contigo; río, pero quiero reír contigo…”
Así, su honda convicción emocional no sale derrotada, sino al contrario, alzando esta convicción como una invocación al Amor, a la libertad. Eso sí, siempre, siempre, desde el sí propio, desde la voluntad asumida, desde el silencio.
¡Qué fantástico canto a la soledad asumida como naturaleza de cada cual, como identidad! ¡Qué fantástico canto a la libertad!
Lo posterior a esto será la libertad como valor.
Si retomamos el libro, la premisa poética (para ella siempre la premisa de vida) se manifiesta cuando escribe: “Es por un poco de Amor/ que seguimos vidas insulsas,/ que nos tienen más o menos contentos…/ ¿Contentos?/ Pero nunca satisfechos,/ nunca satisfechos” Y es que el amor, en efecto, no es algo que tenga una respuesta inmediata, lo que le aportaría una repentina pasión que puede resultar equívoca. No, el amor es un transcurso, un recorrido que no se realiza a solas sino junto a, al lado de. Esa sería la respuesta más fiel y sincera al llamamiento que, desde que nacemos, nos ha hecho la naturaleza.
Y aquí me gustaría señalar un rasgo distintivo que otorga un valor extraordinario al discurso: el empeño de amor, el deseo de amor no ha de ser –insisto- una reivindicación colectiva, un grito social, sino que ha de partir, para ser verdadero, del sí propio, de la desnuda voluntad, esto es, de la verdad de cada cual en estado puro: algo que habita y parte del silencio, de la soledad.La actriz, la poeta no podrá amar, no sabrá amar si no es ella misma quien decide; tiene que ser desde sí misma, desde el sí propio quien convierta el vínculo en pareja, en esperanza. Y en esa propiedad reconocida, en esa identidad, es donde el ofrecimiento tenga el heroico sentido del verdadero Amor, que ella escribe deliberadamente con mayúscula.En el fondo, lo que la autora hace es el llamamiento más primitivo y reconocible, el llamamiento a favor de la libertad en toda su significación. Sólo yo podré y sabré sentir si me entrego –y espero del otro- desde esa soledad, ese silencio, que es mi propio ser.Un llamamiento, sin duda, de los más primigenio y hermoso hecho desde la asumida individualidad, desde ese silencio que se habrá de hacer discurso, se humanizará: en el otro, con el otro.
De ahí su invitación. “Atrévete a encontrarte contigo” escribe en otra parte de este libro-joya. Un llamamiento que, para el Amor, no tendrá ser sino en el otro; habrá de complementarse en él.